41
Cuando crecí, yo recuerdo que cada vez que por azares si a alguien le tocaba por alguna obscura razón el número 41 nos burlamos de él que era joto.
Año tras año esperando que el próximo ciclo escolar esté sobrepopulado y a alguien le toque ser el número 41 de la lista para tener un poco de alergia cada vez que inicie la clase al tomar asistencia para acabar desilusionado porque solo eran grupos chicos.
Razones no faltaban, era un número mágico que alegraban a los compañeros cuando le tocaba a alguien, todos nos veíamos entre si y por arte de magia coordinados en una risa y burla unísona hacia la pobre víctima de dicho número… El 41.
Hoy en día si llega a pasar en el trabajo, yo con una pequeña sonrisa volteo a ver a los demás esperando que todos estén pensando en lo mismo para burlarse de la víctima del número pero nada pasa. Y mi sonrisa poco a poco se transforma en lágrimas al ver qué todos me ven extraño en vez de unirse a mi alergia.
Ya no quiero vivir en un mundo donde no se burlen de la gente víctima del número cuatro seguido del uno.
No voy a hacer algo drástico, solo quería compartir como mi corazón se marchita casa vez que lo vivo.